sábado, mayo 12, 2007

ESTALLIDO

Una fuerza que resta las ganas de respirar, la negación de la necesidad por sentir, el concepto de tus risas y el hechizo de esos ojos que prendieron mi perdición. El llanto que no alcanza a fugarse pero corre sobre unos intestinos hambrientos y marcados con tus uñas que dejaron ese olor tenue pero infinito a diosa y desconfianza, como una copa de vino que se toma conciente sabiendo la corrosión de su dependencia, una copa que no corta con su filo, solo con lo quebrantable de su contenido, de la dureza con que hace sentir, de la tristeza con que amanece. Pensando lo que no quiero recordar, imaginando lo absurdo que es pensar en quien ni siquiera recuerda tu sombra. Lo peligroso que es sentir.
Lo fugaz que puede ser la confianza y lo doloroso que resulta un tubo en la cabeza que no esperas, y la parte en dos sacando todos tus pensamientos a chorros, empapando la cortina de humo que te cegaba y ahí estas regado en el espacio.

DERRUMBE

Otra vez al borde del abismo,
Una hoja secando mis rencores,
Unas líneas que estrangulan mi realidad
Y desbordan las sensaciones de dolor.

El caos impregna el ambiente
De mis repetidos versos
Temblando donde inicia y se cocina mi carne
Y se desquebraja un castillo en el cielo árido
De viseras juguetonas que sufren y gritan.

Ahogándome en conceptos que ebullecen
En un frasco olvidado por mi incipiente conciencia,
En la orilla de un mar de lodo que no siento ni percibo,
La inexistencia de esa magia que se tejió desde la esperanza
Y la utopía, que hoy no funciona, que serviría mejor de alimento
Para los perros hambrientos, desconsolados, sin hembra; sin vida.

Ayer Me di cuenta

Que los pájaros cuando vuelan; jamás regresan,
Que la jungla de acero te come en un instante si te distraes,
Una mujer en la calle vende sus piernas
Que mis sueños no alcanzan a comprar,
Un mendigo sale por las coladeras
A respirar el lento quemar de la vida.
El niño llora cuando su padre se va,
Las almas mueren en el piso de la soledad,
Y acompañan los retazos de carne en un mercado,
El tiempo ahí comienza y no se detiene nunca.
Desperté en mi cuarto;
Aturdido, revuelto y triste,
El agua en el cuerpo,
El aire helado y triste.

Un tráfico duro, pesado y triste,
Al llegar a la oficina,
Sin gente, sin sueños,
Los pasillos sin vida,
Lentos, cansados y tristes.

El dolor en mis parpados,
Que no se han comido el sol,
Ni los gusanos de tierra,
Solo estoy riéndome y triste.

Tu mirada en mi mente triste,
En mi piel quemada y triste,
Sin lagrimas pero triste,
Estas frases sin rumbo; tristes.

Mi alma esta herida y triste,
Un luto de amor no de muerte,
En una mascara frágil, barata y triste,
De quijada trabada y de labios carnosos y tristes.

Un mundo desintegrándose en mi espalda,
Tanto dolor hace que exista, despelleja
Las entrañas hechas cenizas, dejando una estela
Hiriente, pesada, mal oliente y triste.

El humo que trepa por las veredas del sueño,
Perdido en la continuidad del ser,
Enrojeciendo los cielos amarillos de ira,
De un ser que camina en un patio,
Fangoso, solitario y triste.

Es una tarde violenta y los culpables corren,
El sol se esconde en lo recóndito de su fuego,
Reverdeciendo los pastos, dándoles vida,
Pájaros transparentes dan ritmo a una calle gris; solitaria,
Una tarde exquisita; triste.