Espejos perversos
Llegando, llegando dijo: bésame, su boca pintada con colores obscuros, grotescos, explotaba en deseo, por alguna razón yo no tenia zapatos mis pies estaban desnudos como mi corazón a cualquiera que aparece, solamente portaba en mi mano derecha un vaso lleno de esperanza pero vació de autoestima.
No logre saludar a todos los asistentes a la fiesta que aunque fue callejera se le podía nombrar así, pero si reconocí a los amigos, conocidos y a los no amigos, distinguí de lejos sus miradas, algunas eran profundas e inteligentes otras llenas de brillo mostrando las ganas de comerse al mundo, unas sin embargo parecían transparentes sin vida, sin anhelo, muriéndose.
Ella me aisló de toda racionalidad no dejo que llegara hasta donde todos se divertían para compartir vivencias buenas, malas, sin importancia. Naturalmente no pude negarme y accedí a sus deseos candentes; nada comunes, regularmente yo era el que hacia ese tipo de peticiones; siempre con negativas absolutas.
Tomé su mano, sus besos encendieron mi imaginación dormida, maquinando rápidamente los escenarios retorcidos posibles. La toma donde en primer plano estábamos ella, yo y los otros se desvaneció, como tantas veces se han hecho polvo mis ilusiones, ahora caminábamos a un lugar apartado, ella no era ella hacia cosas que jamás imagine.
Fuimos a mi casa por el auto de la familia, por alguna razón harto desconocida todo estaba hecho para que esa tarde probara y me saciara de su agrio corazón.
Camino al hotel las caricias no se extinguieron cada kilómetro que recorríamos la poseía mas fui su dueño absoluto, mi cabeza no resistía el pensar que en los espejos vería nuestro orgasmo conjunto, entre tanto análisis vano llegamos al esperado destino; el motel era de lo mas popular entre la banda de la edad, estaba a punto de reventar, el placer corría por todo mi cuerpo, gritaba en mi interior hasta saciarme tan es así que me cegué y no busque llenarle las entrañas con todo lo que estaba en mi.
En esos espejos vi el momento en que eyacule todo mi coraje, mi orgullo, la necesidad, el odio, el veneno que ella me transmitió con sus besos ajenos. De ella ya no supe nada, ya no me fije en sus gestos, su reacción, no me importo lo que sintió, si sufrió, si gritó. Solo reconocía su figura moviéndose rítmicamente, jamás pude reconocer su cara de niña buena.
Tal vez me equivoque, estoy equivocado y jamás podré explicar que pasa, la confundí y la quiero confundir con mi mujer ideal.