sábado, julio 29, 2006

PARMÉNIDES*


Parménides García Saldaña nació en Orizaba, Veracruz, en febrero de 1944, pero siempre vivió en la ciudad de México, colonia Narvarte (Eugenia y Xochicalco, para ser preciso). Creció y estudió en un contexto de clase media, con todos los horrores y virtudes que esa capa social mostraba a fines de los cincuenta y a principios de los sesenta.
Desde niño, Parmenides se abrió a sus dos grandes pasiones: el rock y la literatura. El rocanrol, como a muchos chavos de clase media conmociono a Parmenides, quien vivió hasta el fondo los conflictos de la llamada brecha generacional; sus padres no entendían el ruidoso gusto por el rock ni la rebeldía de su hijo, quien además frecuentaba a los chavos más gruesos del rumbo. La literatura, por su parte, fue alimento sagrado para el Par, quien se volvió fan scott fitzgerald, Hemingway, may leer y Salinger, pero en especial de Ginsberg, kerouac y Burroughs. La rebeldía de los beatnicks se convino con el interés que Parmenides tenia del marxismo, el cual había heredado de su padre, quien en su juventud se inclinó por las luchas sociales.
Con el tiempo. Parmenides se volvió un “joven problema”; tuvo conflictos en la escuela y, como era de esperarse en alguien con recursos, su padre lo envió a un internado en Baton Rouge, Lousiana, Estados Unidos, donde en un principio Par estuvo contento, ya que la vida gabacha siempre lo había atraído. Pero pronto descubrió que lo que le gustaba de Estados Unidos era la marginalidad contracultural. Descubrió los bares negros de Nueva Orleans y no tardo en huir de la escuela para rolarla por los barrios bajos, oyendo rock, blues y jazz.
Cuando regreso a México decidió estudiar en serio y se enroló en la Escuela de Economía de la UNAM. No había dejado de leer y por esas fechas se puso a escribir cuentos, pero pronto deserto de la escuela otra vez y se dedico al reventón con sus amigos, entre ellos el actor Arsenio Campos. Por otro lado, Parmenides se hizo amigo del critico literario Emmanuel Carballo, quien leyó sus cuentos y le dio tips para quitarle algunas ingenuidades “realista-socialistas” que le había método el marxismo. Los textos que pasaron por la crítica de Carballo a la larga constituyeron el material de El rey criollo (1970), que de haber aparecido cuando se escribió (entre 1964 y 1966) habría compartido la conmoción literaria que causaron Gazapo y De perfil. Los cuentos de Parmenides, además de valores literarios, eran una radiografía lapidaria y penetrante de la clase media de la época. El estilo aun no era tan expansivo como en Pasto verde: era, hasta cierto punto, contenido, pero ya estaba cargado de humor corrosivo, de ingenio y de una visión que observaba los datos que están por debajo de la superficie. Después de esta mirada desoladora e inmisericorde de la clase media, Parménides se metió de lleno a la contracultura con su relato “El rey criollo”, que dio titulo a su volumen de cuentos.
Además de la relación con Carballo, Parménides se hizo amigo del dylaniano escritor Juan Tovar y del renacentista contracultural Ricardo Vinós. Con ellos escribió una adaptación de “Pueblo Fantasma” un cuento de Juan Tovar, que obtuvo el tercer lugar de un concurso de Guines que gano Los Caifanes, de Carlos Fuentes y Juan Ibáñez. Para esa fechas las cosas marchaban bien para Parménides, ya que se reventaba pero escribía. Solo le faltaban las chavas, a las que idolatraba y detestaba al mismo tiempo. Pero nunca encontró la manera de abordarlas. Supongo que era tan fuerte su instinto creativo que el amoroso se debilito. Tenia la pésima costumbre de enamorarse de las mujeres de los cuates: se clavo con la esposa de Juan Tovar, la de Arsenio Campos, la de Valentín Galas y la mía, pero especialmente de Tania Zelaya, entonces casada con Ricardo Vinós, y le dedicó u largo y prescindible poema en Pasto Verde. Solo ella le hizo caso un tiempo y el amor estuvo a punto de ahorrarle la locura , en la que Parménides se iba despeñando porque, entre otras cosas, le gustaba “Fuera de mí, Fuera de mí, Dentro de mi propia fantasía” es la oración final de Pasto Verde, que extrañamente ya no aparece a partir de la segunda edición. La gruesez del reviente, la intensidad de la sicodélica y la nostalgia de la chava, siempre cerca y siempre lejos, pronto lo llevaron al truene. Varias veces rompió cristales, los cables y todo lo que pudo de las casa de Emmanuel Carballo, Ricardo Vinós, Juan Tovar y por supuesto la de sus propios padres, quienes lo metieron en un hospital siquiatrico.
Salio mas grueso y caótico. Probó el LSD y se despeño en una experiencia terrible que apenas pudo soportar. Con una copa, un par de cervezas o unos cuantos toques se prendía durísimo, y como era bueno robando botellas de los supermercados, jamás le faltaba qué beber.
Aterrorizaba en los cócteles literarios, a los que llegaba con su runfla de la Narvarte. Una vez le propinaran una golpiza despiadada a Vicente Melo, quien los invito a su casa con la esperanza de ligárselos. El famoso cóctel de Carlos Fuentes de la Ópera, 1969 concluyo con el pleito de Parménides contra Girón ella y Severo Miron. Después vino la bronca con Octavio Paz, quien había encargado a Ignacio Solares y a Esther Seligson una antología de literatura de jóvenes para su revista Plural. Como no lo incluyeron, Parménides se puso furioso y se lanzó a las oficinas de Plural con intenciones de armarle un escándalo a Paz. Solares lo atajo cuando llegaba y eso permitió que el poeta se escondiera dentro del escusado del baño. Ante eso, Parménides procedió a patear a Solares, hasta que de las oficinas de Revista de revistas salio el hijo de Álvarez del Villar, quien con solares revirtió la golpiza. A los pocos días Parménides se emborracho con Eduardo Dechamps en el Sanborns de Maria Isabel, armaron un escándalo monumental y los dos acabaron en la cárcel. Detestaba a la autoridad y le daba por insultar a los policías. Chinga tu madre, pinche tira naco, pendejo culero, ¿Quién eres tú?, un pobre pendejo, les decía, en cambio yo he leído a Mailer, a Cortazar, a Revueltas. Por supuesto, inevitablemente lo acababan aplanando a golpes y lo llevaban a las delegaciones policíacas. (De esas experiencias salio el relato “De Barbas”.)
En medio de todo esto, Parménides se hizo muy amigo de Elena Ponoatowska. Los dos se hablaban de usted. También participo en el concurso de primera novela de la Editorial Diógenes, que gano En caso de duda, de Orlando Ortiz. Parménides participo con Pasto verde, que inicialmente se llamaba La onda. A la novela no le fue mal al principio y de no ser por el espanto que causó a algunos intelectuales quizá después habría sido un texto más apreciado. Pasto verde es un caso único de la literatura mexicana, por lo catártico y libre; en su naturaleza cabe todo tipo de exceso, y eso hace que la lectura a veces se arrastre, pero en general es un libro que reta al lector y que lo obliga, en cierta forma, a vencerse así mismo. Por una parte deja claro lo que para él la onda, sus mitos, sus héroes, sus modos de ser. También es una manifestación de la lucidez de la locura. Después publico En la ruta de la onda, un ensayo que teoriza y describe la contracultura de los sesenta.
Se hizo gran amigo de Alejandro Lora y del Tri y acompaño al grupo en tocadas y reventones. También quería mucho a Fito de la Parra, baterista de Canned Heat, quien invito varias veces al Par a los Ángeles y lo atasco de blues y anfetaminas. Fito es el tema de un relato esplendido, “el callejón del blues”. Frecuento los hoyos fonquis y convivió con el personal, para entonces al lado de Valentín Galas y Lucrecia Bermúdez, o de Jesús Luís Benítez, el Búker, cronista de Piedra Rodante y otra leyenda con patas in hi own right. Joaquín Mortiz le publico el libro Mediodía, a mediados de los sesenta, cuando, al Par jugaba a la ruleta rusa mental con Luís Carrión, Juan Tovar y Jorge Fons. Es el libro menos interesante de Parménides.
Siguieron los ingresos en los manicomios. Yo lo fui a visitar al Floresta y al San Rafael. A veces se asomaba la parte responsable y hacia intentos, casi siempre efímeros, por bajar el volumen del atacón y por escribir mas, trabajar y ganar algún dinero. Escribió en excelente volumen de cuentos, El callejón del blues, que Joaquín Mortiz le contrató. Sin embargo, Parménides enfureció, en uno de sus ataquespasones, por que tardaba mucho en editarlo y retiro el texto de la editorial. Finalmente en 1976 lo vendió en diecisiete mil pesos a Víctor Juárez, un editor de revistas caras, que inexplicablemente retuvo el manuscrito durante casi veinte años y cuando lo publico le cambio el titulo por En algún lugar del rock y mezclo los cuentos que Par había elegido con artículos periodísticos de la ultima etapa, cuando estaba mas loco que nunca; algunos eran francamente incoherentes o la locura estaba detrás de la fachada, como en sus apologías de stalin.
Un día, una vez mas se puso como fiera y destruyo todo lo que pudo de la casa de sus padres; su madre quiso contenerlo y Parménides la trato de matar, pero uno de sus hermanos lo detuvo, su padre lo envió a la cárcel fastidiado ya de tanto escándalo, pero una tía, Magdalena Saldaña, periodista del Excélsior, logro sacarlo. Lo primero que hizo Parménides fue volver a su casa con la intención de acabar de matar a su madre. Nuevamente fue enviado a la cárcel, esta vez al Reclusorio Norte, donde aso tres años en compañía de, off all people, Guillermo Rousset, traductor de Ezra pound y uno de los maximos locos del comunismo Mexicano. Cuando salio, Parmenides ya no recupero la brújula y sus momentos de lucidez se extinguían paulatinamente. La cárcel lo hizo añicos. Su mejor hazaña fue asistir al congreso de la fundación del PSUM, donde se puso a gritar “¡farsantes, farsantes!” para esas alturas había sido poseído por la fantasía de que su padre un gran amigo de Stalin y que este era la gran luz del comunismo; por tanto, cuando insulto a los del PSUM lo hizo desde una posición Stalinista.
Ya estaba muy tocado. Vivía de los aritulos que le publicaba semanalmente su tía Magdalena Saldaña en el suplemento cultural del Excélsior. Le entusiasmó la onda punk, como era de esperarse. Seguía reventándose pero le costaba mas trabajo regresar a la normalidad ya para entonces bastante pirada. Vivía en un cuarto que le rentaba su padre, en medio de quejas de los vecinos. A veces le daba sus vueltas a la dirección de literatura del INBA, entonces encabezada por Gustavo Sainz Ficción. Escribía textos que se le venían a la cabeza, pero ya no los podía trabajar. En 1983 murió de pulmonía, solo, en su cuarto.
*José Agustín, "La contracultura en México",Debolsillo, 2004,México D.F. p141-145.